La Dirección General de Cultura y Patrimonio Cultural del Gobierno de Canarias realiza, desde 2009, inventarios del Patrimonio Industrial de Canarias, con el objetivo de contar con un enso exhaustivo de los bienes materiales industriales (muebles e inmuebles) de las Islas, explicó Amara Florido Castro, doctora en Historia del Arte.
En esta labor se identifica, describe y a cada uno de ellos, hayan perdido o no su función original. “Este trabajo constituyen una herramienta de gestión fundamental, puesto que facilita a las administraciones un conocimiento real y pormenorizado de los restos que conforman el legado industrial, propiciando una protección efectiva. Los inventarios pretenden, además, concienciar a la sociedad en general sobre el valor cultural de uno de los conjuntos patrimoniales más castigados, que son testimonio del esfuerzo humano de un pasado, no tan lejano, y una parte esencial de nuestra identidad”.
En su intervención, Sergio Aguiar Castellano, cronista oficial y bibliotecario archivero de Guía, hizo un recorrido por el cultivo del plátano en la comarca norte de Gran Canaria, desde finales del siglo XIX, hasta las primeras décadas del XX, por parte de empresas inglesas y, posteriormente, a partir de 1922, por el Sindicato Agrícola del Norte de Gran Canaria.
“En torno al cultivo de la platanera hubo una necesidad de crear una amplia red de abasto de agua, con la instalación de tuberías y apertura de pozos, lo que constituyó todo un entramado técnico de instalaciones mecánicas, fabricación de tuberías, construcción de estanques, que fueron cambiando el paisaje de la comarca”, expuso Aguiar.
Para el cronista de Guía, “el cultivo del plátano fue, y sigue siendo, una fuente de riqueza en la comarca norte, que, desde un primer momento, estuvo muy presente en la producción de esta fruta, y en la necesidad de mejorar los cultivos, el empaquetado y su distribución, por lo que se fueron introduciendo técnicas y maquinarias”.
Serafina Suárez García, cronista de Tejeda y directora del hotel La Fonda de Tejeda, expuso los orígenes etnográficos, hasta su industrialización, de la almendra, “un fruto que ha influido culturalmente en las prácticas culturales, sociales, económicas y simbólicas, asociadas a este cultivo”,
Según explicó la cronista oficial de Tejeda, “los paisajes de la cumbre y medianías de Gran Canaria son inconcebibles sin los almendros, que cubren sin orden y concierto, laderas, lindes de barrancos y orillas. Es un árbol de apariencia vejado, sin mimo y de poco "trato".
Además Fina Suárez dijo que almendro o almendrero, según la RAE (Real Academia de la Lengua), son sinónimos que hacen referecian al árbol que produce almendras, que ha supuesto y supone para la economía de la isla un impulso económico.
“El almendro han definido un paisaje del que se ha escrito mucho, pero, sobre todo, ha modulado una forma de vida determinada por la relación de sus habitantes, con el territorio que les acoge. Durante siglos, este cultivo, que parece tener su origen en las zonas montañosas de Asia Central, no solo ha marcado la economía isleña, sino también la arquitectura de la comarca, las tradiciones festivas, la gastronomía y los saberes populares. Toda esta etnografía rural que con el tiempo se ha industrializado hace una clara referencia a los rastros de la almendra, una evidencia que podemos llamar la cultura de la almendra”, expuso Fina Suárez.
Armando Pérez Tejera, cronista oficial de Arucas, explicó que la actividad de la industria extractiva, que representa “un patrimonio histórico y cultural”, se ve amenazado por la competencia de piedras importadas de terceros países, que son “más baratas en apariencia, pero que no tienen las mismas propiedades ni durabilidad que el material canario. La salvaguarda de esta manera de trabajar y entender la relación con la piedra es, por tanto, una tarea necesaria para que las nuevas generaciones conozcan su historia y el significado de sus tradiciones”.
Francisco Suárez Moreno, cronista de La Aldea de San Nicolás, habló de los fundamentos históricos del Patrimonio Industrial en Canarias, que representa un conjunto de elementos de la cultura industrial, con valores históricos, tecnológicos, arquitectónicos, científicos y sociales, que llevan inherentes tanto sus componentes intangibles (saberes, memoria oral), como las obras de ingeniería popular y académica.
“Las islas Canarias, durante siglos, estuvo orientada a una economía de autoabastecimiento y de exportación agrícola o, en su caso, agroindustrial (azúcar, vinos, plátanos, tomates...) y de consumo interno (harinas, gofio, repostería...), pero también tuvo un interesante desarrollo industrial que ha generado técnicas y artilugios industriales, hidráulicos y arquitecturas variadas”, expuso el cronista de Arucas.
“Este desarrollo, a lo largo de los siglos, generó elementos tecnológicos diversos, como arquitecturas hidráulicas, alambiques de destilación, faros y puertos, molinos harineros, canteras, hornos de cal, de brea y de carbón y colmenares, parte de los cuales subsisten como un rico y variado patrimonio industrial a proteger, como bienes culturales con legislación propia, que necesita a una población consciente que no solo vea a su patrimonio cultural en catedrales y palacios, sino también en sus acequias, presas, hornos, canteras y saberes populares”, concluyó Francisco Suárez.
La 33 edición de la Universidad de Verano de Maspalomas está organizada por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de San Bartolomé de Tirajana, la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y el Cabildo de Gran Canaria.